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Una primera entrada para definir el tono: La psicología científica ha hecho muchos aportes a la vida moderna, y aún así corre el riesgo de perder el respeto de la comunidad si no comenzamos a diferenciar la ciencia del cientificismo, entendido este como una exagerada confianza en la narrativa del método científico para describir todo a nuestro alrededor.
Es por el exagerado cientificismo que inunda los medios de comunicación, que el método científico (en sí mismo un método caraterizado por la humildad y el cuidado con el que va construyendo sus aseveraciones) ha sido asociado con dogmas de “psicología pop” del tipo: “¿sabías que la postura que tomas te ayuda a tomar confianza?” o “¿sabías que la gente inteligente es más X? (aquí puede sustituir “X” con mil adjetivos: depresiva, malhumorada, alta, baja, feliz, triste, etc).
La psicología científica sobrevivirá como ciencia sólo si se separa abierta y públicamente de este tipo de “estudios científicos” y aseveraciones, si envía a la comunidad en general el claro mensaje de que el cientificismo no tiene cabida cuando hablamos de conducta, y si acoge con modestia y sin falsas pretensiones, que mucho de lo más robusto y claro de la psicología podremos hallarlo más en las lecturas clásicas y en la sabiduría popular, antes que en “journals” y revistas científicas repletas de artículos hechos con el principal objetivo de que un profesor mantenga un empleo, y una universidad mantenga un ranking.
A esa psicología humilde y poderosa, va dedicada esta sección a partir de hoy.