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Perseguidos

(Tiene derecho a guardar silencio)

La situación actual de Venezuela ha levantado voces de protesta en muchas esquinas del mundo, y el gobierno venezolano tiene años esforzándose mucho más en acallar esas voces, que en mejorar el bienestar de sus gobernados.

En uno de los últimos episodios, el secretario de la OEA Luis Almagro (luego de ser interrumpido por la representante de Venezuela ante la OEA cuando estaba hablando junto a Lilian Tintori y Patricia de Ceballos) respondió a lo ocurrido: “El esquema de persecución sigue a los venezolanos a todas partes”.

Tiene razón Almagro.

El concepto de persecución va mucho más allá de lo físico cuando quien lo ejecuta es un sistema colectivo interesado en vivir del diseño de alcabalas. No le puedes pedir que crea en un mundo sin llaves, a quien vive de hacer cerraduras.

Hay una lectura mucho más psicológica y menos política en la frase de Almagro:

Te sientes perseguido cuando sabes que una calle venezolana se siente igual de insegura si la ves sola, que si la ves custodiada por un efectivo de seguridad.

Te sientes perseguido si tu teléfono suena anunciando un mensaje familiar en la madrugada, o si la conversación de café que comienza hablando del clima, de deportes, o de lo que sea, termina indefectiblemente girando hacia la situación del país.

E igualmente te sientes perseguido cuando estás viviendo fuera de Venezuela, has cortado todo contacto con la situación decretando que no piensas “leer más noticias de allá”, e incluso tienes a toda tu familia contigo, pero tu mente se ocupa de pensar qué pasará si no logras renovar tu pasaporte a tiempo.

¿Por qué la situación de gobernabilidad “secuestra” tal cantidad de espacio mental de la psique del venezolano? ¿Es porque somos más conscientes que otros pueblos, o más preocupados? ¿Es porque “somos más solidarios” que otras nacionalidades?

No, no es eso.

La persecución que sufre el venezolano va más allá de lo físico, porque el sistema que gobierna es, por diseño y con intención, un sistema que lo más grave que le ha arrebatado a sus gobernados no es el poder adquisitivo, ni el derecho a la salud, ni la educación.

El arrebato más grave es que nos secuestró cualquier certidumbre.

No es lo mismo saber que siempre podrás contar con harina, o que nunca podrás contar con harina, a vivir angustiado por cuándo o cómo aparecerá la harina.

No es lo mismo saber que tu enfermedad no tendrá remedio, o que tu enfermedad sí tendrá remedio, que vivir angustiado porque lo tiene, y puede que llegues a obtenerlo… quizás sí, quizás no (“pásate mañana a ver si llega”).

No se vive igual el tener a tu lado a un ser querido, o saber que más nunca tendrás a tu lado a ese ser querido, que vivir angustiado por no saber si ese ser querido estará vivo o no. Todos los días. 

Y allí, gobernando, y todos los días en tu tv, y en todos lados, el dueño de la certidumbre, sonriendo, y distribuyendo sádicamente la certidumbre entre quienes bajan la cabeza.

Un sistema de gobierno así es muy duro mientras dura, pero es de barro cuando lo barren. Un sistema de gobierno así debe eliminarse, no sólo por un tema de estado, sino por un tema de sanidad mental.

Y lo más importante (y lo que muchos no quieren escuchar):

Un sistema de gobierno así debe eliminarse asegurándose de que, luego de la ruptura, no quede otro porcentaje de venezolanos (el chavismo popular cuyo único pecado fue creer y votar) perseguido y angustiado, preparándose para atacar a un nuevo gigante con pies de barro, y reiniciando un viaje circular del que no saldremos hasta que nos dejemos de perseguir.

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