Enamórate rápido y comprométete lento.
Que enamorarse es un golpe, un impulso, un huracán que no avisa.
Comprometerse es un abrazo largo, difícil, interpelador.
Emociónate rápido y apasiónate lento.
Que emocionarse es sentir, predecir el sabor de un postre a partir de una mirada, o la calidad de una novela a partir de una trama contada en contraportada.
Apasionarse es levantarse todos los días a hacer de la emoción una práctica, un latir que se entrena, un sueño que se construye porque si no, te da insomnio.
Sonríe rápido y fraterniza lento.
Que sonreír es abrir la puerta, confiar sin más, apostar a que vale más equivocarse, que perder la oportunidad de conseguir.
Que hacerse amigos es superar escollos, (pero no uno, ni dos, sino todos) y celebrar como propios los triunfos, pero no una vez, ni dos, sino siempre.
Drogate rápido, evoluciona lento.
Que drogarse es cortar el interruptor, abrir otras puertas, vencer enemigos internos en batallas que -al otro día- aún no se han librado.
Que evolucionar es hermenéutica, ensayo, error, consolidación, proceso.
Aprende, en suma, a hacer rápido lo que solo rápido suma, y hacer lento lo que solo lento crece.
Reconoce la diferencia entre imaginar y construir, entre un milisegundo y la eternidad, entre la diversión y la trascendencia.
Reconoce, pues, la diferencia entre lo que no requiere, y lo que sí, de tu tiempo,
y tiempo habrá
para hacerlo todo.